Estaba conversando con un amigo y colega, tratando de entender por qué es tan complicado arrancar un emprendimiento periodístico. Sí, repasamos eso de la crisis de los medios de comunicación, del periodismo y de los periodistas en particular. Y también coincidimos en que -como muchos saben o intuyen- para hacer un buen contenido hace falta tiempo, dinero y recurso humano. Tres cosas que no abundan en estos días.
Pero también coincidimos en que -como hemos podido comprobar después de varias décadas en la cancha- de las puras noticias no se puede vivir. Puedes armar un proyecto sumamente interesante -si quieres, de nicho-, abarcando en detalle todo eso que sabes que hoy no tiene espacio en los medios tradicionales y, probablemente, tampoco en otros medios nativos digitales. Pero sin un modelo de negocio detrás, sin una manera que asegure el ingreso que sustente tu proyecto, la cosa es complicada. Muy complicada.
Aunque la cosa parece no ser recíproca -nunca he sabido por qué-, yo toda la vida le he estado muy agradecido (y hasta lo he repetido muchas veces de manera pública) de mi universidad, por tener una currícula con tantos cursos de redacción. Una vez hice la cuenta y, durante los cinco años de carrera llevabas como ocho cursos de redacción, con diferentes matices y aplicaciones. Y, en su gran mayoría, con muy bienos profesores. Si no terminabas la universidad con una idea clara de cómo escribir un texto y, sobre todo, comprendiendo por qué eso era importante, ya era responsabilidad del alumno.
Pero, volviendo al tema, nunca tuve algún curso relacionado a la parte del negocio. Ninguno que alentara a los alumnos a emprender o que les diera las herramientas para animarse a hacerlo. Sí, también entiendo que estamos hablando de hace casi 30 años atrás (cuando empecé a estudiar, no cuando terminé… no sean malos), con una expectativa totalmente distinta, en la que la aspiración del egresado era encontrar un puesto en un buen trabajo y no generarse el suyo.
He podido comprobar que, ya desde hace algunos años, las currículas de diferentes universidades y en diferentes carreras ya se preocupan por estos temas. ¿Pero qué pasa con los cuarentones que se encuentran con la circunstancia de tener que emprender por su cuenta y no tener idea de qué es un modelo y plan de negocio, y muchas otras cosas relacionadas? Mientras escribo estas líneas aún tengo empleo. Pero, tras la conversación con mi amigo, me puse a pensar qué pasaría si lo pierdo de pronto y no me quisiera quedar en el aire. ¿Sería capaz de armar un negocio? ¿Sería capaz de hacerlo ligado al periodismo? Haciendo un rápido repaso mental, la respuesta es no. O, mejor dicho: no podría hacerlo solo.
Por eso que quiero aprovechar este espacio -que espero por fin mantenga algo de regularidad- para recurrir a quienes están leyendo esto y saben del tema a que me ayuden y comenten qué es lo que se necesita, qué es lo que hace falta, en qué otros aspectos hay que fijarse para poder iniciar una aventura emprendedora. Hoy, quizás, esa información que buenamente compartan no me servirá a mí, pero probablemente sí a alguna otra persona que se encuentre en esa situación.
Y es que cuando pasa el tiempo, uno empieza a pensar un poco más en el futuro al corto y mediano plazo; empieza a barajar alternativas; a analizar posibles escenarios; y a tratar de estar mejor preparado ante cualquier cosa que pueda suceder.
Pero también creo que es porque Me estoy volviendo viejo y pienso en cosas que antes no pensaba. Eso es algo que me enorgullece… pero, a veces, también me asusta un poco. Supongo que así deben ser las cosas. Si alguien tiene el manual de cómo es la vida, que lo juegue para fotocopiarlo. Chau.