¿La nueva tele?
Yo soy un hijo de la televisión ochentera, el cable noventero y el YouTube del nuevo milenio. Hoy muchos reniegan de la tele y migran a lo digital, pero ¿realmente ha cambiado algo?
Tengo un anuncio importante que hacerles. Durante el mes de marzo estaré de vacaciones y voy a tener que poner en pausa las entregas de este newsletter. Aunque más que obligación, hacer esto me genera placer, he decidido ser más consecuente conmigo mismo y hacer lo que se supone que se hace cuando estás de vacaciones: descansar.
“Mmmmm. ¿Y cuándo será el siguiente envío?”
-Formalmente, debería ser el 1 de abril para quienes están en Substack y el 3 para LinkedIn.
“¿Y estás seguro que no habrá nada mientras tanto?”
-Todo depende.
“¿De qué?”
-De cumplir con todos mis pendientes y encontrar un poco de tiempo en lo que resta de esta semana. Si es así, dejaré programada la entrega del primer lunes de marzo.
“Pero, conociéndote, seguramente no lo harás”.
-Tienes razón. Pero la esperanza es lo último que se pierde.
Tengo un muy buen amigo que es creador de contenidos. Una de las cosas que más me gusta es que, de cuando en cuando, podemos intercambiar ideas sobre nuestras diferentes miradas de cómo están evolucionando los medios de comunicación y, sobre todo, los nuevos medios digitales.
Mientras yo le contaba cómo hoy solo basta que veas unos segundos de un video de determinada temática para que todo tu algoritmo de YouTube se trastoque y la plataforma empiece a recomendarte contenido a partir de ese video del que solo viste un cachito, él se lamentaba de la migración de artistas y contenidos de la tele a las plataformas digitales.
Esto me llevó a hacer un rápido repaso a la televisión tradicional con la que me he formado y toda esta nueva televisión que intenta hoy entretenerme.
No sé si coincidan conmigo en las afirmaciones que haré a continuación. Igual, ahí van:
Internet ha puesto en jaque a todos los medios de comunicación tradicionales. Todos están en crisis, aunque algunos más que otros. La televisión también está sufriendo la pegada, pero parece (este es un comentario netamente desde la ignorancia de ser solo un espectador más) que no estuvieran haciendo algo para revertir lo inevitable.
En los canales nacionales yo veo noticieros diarios que vienen usando los mismos formatos y maneras de contar las historias (incluso se repite el tratamiento de las noticias) desde, por lo menos, hace 30 años. Hoy han desaparecido (casi) los espacios de entretenimiento. Algún canal insiste con los realities de competencia (que en algún momento, confieso, seguía con cierto interés), pero que son exactamente iguales a cuando aparecieron hace ya más de una década atrás. Hay poquísimos programas de humor, pero se repiten fórmulas (y hasta rutinas y chistes) de hace más de 40 años. El único cambio es que ya no se pueden tocar públicamente ciertas terapias. Los programas dominicales siguen usando la estructura, el tono y el ritmo que se conoce desde mediados de los 90, cuando intentaron renovar la manera de hacer reportajes audiovisuales en el país. Los ‘late night’ desaparecieron de la señal abierta y, salvo algún fenómeno que sacude un poco ‘statu quo’ de la programación (y que por supuesto será explotado hasta que ya no se le pueda sacar una gota más de sangre), no hay mucha novedad.
Pese a que siguen pagando bien en la tele, ya no lo es para todos. Y, como siempre, es mejor recibir la platita directamente, sin intermediarios. Ahí es donde la plataforma de YouTube aparece como la tierra prometida para quienes suponen que, con un poquito de lo que hacen en la tele tradicional, basta para “romperla” en Internet.
En medio de los fenómenos como el “hazlo tú mismo”, el creador de contenido-hombre orquesta y el todo-se-puede-con-poquísima-inversión-y-recuperarás-tu-plata-al-toque, esta plataforma propiedad de Google se ha convertido en la Tierra Prometida para quienes se han alejado de la televisión tradicional o quienes consideran que el formalismo de esta plataforma no los deja desarrollarse como deberían.
Desde hace un buen tiempo plataformas como YouTube, Facebook y hasta TikTok se convirtieron en espacios para que, sobre todo los más jóvenes, puedan acceder a contenidos editados previamente transmitidos por televisión. Es decir, se estaba consumiendo resúmenes o clips de contenidos de TV solo que en una plataforma electrónica.
Pero a esa situación se le ha sumado otra: artistas y personajes reconocibles de la televisión tradicional que abren sus canales de YouTube, buscando un nuevo espacio donde puedan desarrollar sus ideas con más libertad y, sobre todo, con la esperanza de convencer a públicos de otros países.
Este último punto es interesante, pero a la vez decepcionante. Es interesante, porque muchos de estos nuevos creadores de contenidos se atreven a dar el salto de la tele a YouTube y a tratar de resaltar dentro de un verdadero océano de gente haciendo videos.
Y es -en mi opinión muy personal- decepcionante, porque muchos llegan a la nueva plataforma sin la más mínima intención de aprender cómo la gente consume ese contenido. Solo se dedican a desarrollar su propuesta pensada para la tele, que puede funcionar igual ahí como en digital, pero que está desperdiciando todo lo que la web les da. Además, a todo esto se le suma la presencia de grandes escenarios y producciones que, debido a las métricas y a las nuevas rentas, no podrían ser sostenibles en el tiempo, menos si el único ingreso está conformado por las ganancias que da YouTube a raíz de cada visualización. Si tenemos en cuenta que, por lo general, se trata de contenido hiperlocalizado, la mayoría de vistas serán de Perú y estas no monetizan tan bien como las de otros países. Ahí, lo único que podría suceder es que ingrese el auspicio de una marca grande o otras no tan grandes dispuestas a poner publicidad por determinado tiempo. O sea, se repite en digital el esquema de la tele.
Tampoco podemos olvidar a quienes consideran que la diferencia entre la televisión tradicional y las plataformas digitales es la supuesta mayor permisividad en la segunda para decir palabras subidas de tono. Basta con ver uno de los canales con contenido de entretenimiento más famosos en el ciberespacio local y confirmar que mucho de su contenido son versiones acomodadas para medios tradicionales.
Y no, YouTube no es mejor que la tele porque te permiten decir groserías o bromas subidas de tono. YouTube y otras plataformas para alojar videos es mejor porque te debería permitir crear contenido con una visión y con una propuesta diferente a la televisión tradicional.
En ese sentido, me sorprendió la reciente llegada a la programación de Canal N (canal de cable local) de un programa de entrevistas (La Linares) que, aunque tiene un formato muy televisivo, realmente fue concebido para ser transmitido en lo digital. Me sorprendió porque, evidentemente, el canal debe haber considerado que no tiene ese contenido específico en su programación y por ello deben echar mano a quien sí lo hace. Bien por Verónica, porque de alguna manera termina siendo una validación al esfuerzo personal, pero… ¿será que la (nueva) motivación de quienes crean contenidos audiovisuales en línea es que algún canal grande le compre los contenidos?
Por esta situación es que hoy me pregunto: ¿estamos condenados a que tener siempre el mismo contenido audiovisual y nuestra única expectativa es poder aprender rápido cómo funciona la nueva plataforma? Ojalá que no.
Hoy no habrá agregado. Solo acompáñenme a encender una velita para que la siguiente entrega se pueda cumplir.