Quién como tú que conoces todo el mundo
Para muchos, lo más atractivo de cubrir la fuente de tecnología es la posibilidad de viajar por el mundo, pero… ¿qué tan cierto es eso?
Continuamos una semana más con esta especie de catarsis, contándoles un poco más de lo que hay detrás de la cobertura de la fuente de tecnología. La semana pasada traté de aclarar qué pasaba con los dispositivos que nos entregan para realizar las evaluaciones y ahora toca hablar sobre los viajes.
“¿Vas a contar todo?”
-Todo.
“¿Todo?”
-Todo lo que sea necesario para efectos de este envío.
“Hummmmm. Ya empiezas a ‘arrugar’”.
-Lee primero y de ahí me cuentas.
Empecemos.
“Quiero viajar como tú”
No estoy revelando nada nuevo: las empresas del mundo de la tecnología destinan -algunas más, otras menos- una buena cantidad de su presupuesto para que sus productos se conozcan. Aquí es donde entran, entre otras cosas, los lanzamientos locales, regionales o mundiales que puedan hacer de sus productos. También se incluyen convenciones, foros, congresos, press tours y demás.
Estas empresas necesitan contarle al mundo lo que están haciendo. Claro, no todo lo que están haciendo, sino lo que quieren que se sepa de ellos. Para eso recurren a quienes pueden llevar mejor ese mensaje.
Aquí no estoy haciendo ningún descubrimiento tampoco: antes, la mayoría de los invitados eran periodistas. Hoy, la proporción ha cambiado y la mayoría son influenciadores o creadores de contenido independiente.
Muchas veces porque es necesario y a veces porque solo quieren mostrar su músculo, las empresas organizan eventos internacionales. Es entonces cuando la posibilidad de viajar se vuelve más real.
“Tanta vuelta para llegar hasta acá”
-Es que no es tan fácil como parece.
“¿Fácil? Fácil te la llevas”
-Por favor, más respeto.
No todos viajan
¿Eso quiere decir que cuando se sabe que alguna marca con presencia local realizará un evento internacional, inmediatamente todos los que cubrimos la fuente entramos en un bolillero y la suerte indica quiénes van a viajar? La cosa no funciona así.
Como mencioné arriba, las empresas buscan que sus mensajes puedan ser replicados de manera efectiva. Además, hay que considerar que no todas las marcas manejan los mismos presupuestos (ni mucho menos las oficinas locales). Teniendo todo eso en cuenta, es que empiezan a seleccionar quiénes serán los elegidos.
Por supuesto, entre sus consideraciones están quienes -a través de sus potenciales publicaciones- lograrán un mayor impacto y alcance. ¿A cuál creador de contenido les conviene llevar? ¿Tienen contrato con alguno? ¿Llevarán solo a quienes creen contenido relacionado con la marca o incluirán también a influencers en el paquete? ¿Valdrá la pena llevar a periodistas? Y si es así ¿de qué medios deben ser?
Como ven, sobre todo hoy en día, hay un filtro muy grande para poder recibir una invitación para asistir a un viaje. Y si consideramos que muchos de los cupos limitados hoy están destinados a creadores de contenidos, influencers y celebrities, la cosa es más complicada aún. Si piensas que porque cubres tecnología automáticamente viajarás, estás en un error. Eso sí, si destacas por tu trabajo (y sobre todo lo haces honestamente) tendrás más posibilidades.
Y como Me estoy volviendo viejo, es aquí donde entra un recuerdo al estilo del abuelo Simpson:
“Históricamente, el Perú siempre ha tenido un número de plazas significativamente menor para viajes internacionales que el resto de países. Y, por supuesto, sea cual sea la composición del grupo con el que te tocaba viajar, siempre ibas a encontrar que la mitad o un poco más eran de Brasil”.
Ahí hay que tener en cuenta que cada empresa divide sus regiones de maneras particulares. Así, para algunas marcas Perú forma parte de la región Andina (junto con Colombia, Ecuador y Bolivia); a veces se le consideraba Cono Sur (junto con Colombia y Chile); a veces va en combo con Colombia; etc. Y por si se preguntaban, a Argentina lo suelen (o solían, ya no lo sé) contarlo aparte o junto con Chile y Uruguay (nunca me tocó viajar con nadie de Paraguay y he coincidido solo en un viaje con alguien de Bolivia). A Ecuador lo solían juntar con Colombia o Venezuela, y sé que hoy algunas marcas lo consideran dentro del grupo de países del Caribe. Brasil y México se cuentan como mercados independientes, por eso es que siempre verás en cualquier delegación de este lado del mundo a más representantes de esos países.
¡Qué rico que conoces todo el mundo!
Sí y no. Aquí no me puedo hacer el loco. Gracias a todos estos años trabajando en El Comercio (que es uno de los medios más importantes del país) he tenido la suerte de viajar para hacer diferentes tipos de coberturas, tanto dentro como fuera del país.
¿He viajado mucho? Sí. ¿Me gusta viajar? Sinceramente, no mucho. ¿Entonces, en qué quedamos? Lo que me gusta de este tipo de viajes es la posibilidad (cada vez más difícil hoy) de poder dedicarte al 100% a hacer una determinada cobertura. Poner toda tu atención al hecho que has ido a cubrir. Eso, creo yo, justifica cualquier incomodidad generada por los viajes.
Pero ojo, tampoco voy a ser caradura para decirte que hacer estos viajes es un martirio. Si el viaje es muy largo, es probable que tengas mejores asientos, accesos preferentes y hasta puedas entrar a una sala VIP para esperar o si te toca hacer conexión.
Es más que seguro que tendrás alguna movilidad que te lleve del aeropuerto a tu hotel y viceversa (así como los transportes a donde debas ir para hacer tu trabajo); que te alojarán en un hotel bastante bueno; y que tendrás todas las comidas aseguradas. Probablemente, tengas una cena o evento de recepción en un lugar lindo y una buena comida de despedida.
Con suerte, te llevarán a algún lugar bacán para que conozcas algo o para realizar determinadas dinámicas que, en realidad, son del interés de la empresa. En suma: te enrgíen.
Si bien en todos estos años he tenido la suerte de viajar por temas de trabajo a muchas partes del mundo (casi todo Sudamérica, México, varias ciudades de Estados Unidos, España, Reino Unido, China, Taiwán, Corea del Sur…), en realidad lo que uno conoce es el camino del aeropuerto al hotel (si es que no estás con sueño), los alrededores de donde te estás quedando (si es que no estás en una localidad inhóspita o muy lejos de una estación del metro) y nada más. Hay que considerar que es un viaje de trabajo.
Tienes los días contados, la agenda por lo general llena desde muy temprano a la mañana hasta bastante avanzada la noche y, a veces, con vuelos de regreso programados de tal manera que puedes pasar tranquilamente tu último día antes de volver sin dormir. Claro, y a todo esto hay que agregarle que vas a trabajar: hay que entrevistar, grabar, escribir. ¿Tiempo para turistear? Casi ninguno.
¿Puedo decir que he estado en varias ciudades del mundo? Sí. ¿Puedo decir que las conozco? No.
¿Viaje bonito es igual a nota bonita?
No sé si he sido bien o mal criado profesionalmente. Yo creo que ha sido lo primero. Una de las cosas que más me gustaba de hacer este tipo de comisiones fuera del país, más que el viaje, era el respaldo de mi chamba.
¿A qué me refiero? En mi trabajo, por mucho tiempo, una invitación a una cobertura internacional se aceptaba si es que tenía un firme potencial informativo. Es decir, si es que, tras una evaluación, se consideraba que asistir iba a generar información noticiosa de valor para nuestra audiencia.
Pero no solo eso. Una documentación de uso interno en el diario señalaba que el periodista asignado no estaba obligado a realizar alguna publicación si es que consideraba, ya en la comisión, que en realidad no había nada noticioso. Si bien se trataba de un respaldo por parte del diario hacia la independencia del periodista, también se trataba de una responsabilidad al cederle la misión de evaluar ya in situ la pertinencia o no de la cobertura.
“Ah, pero así alguien se podría pasar de vivo, decir que no había noticia y llevarse un viajecito gratis perjudicando a la marca”
-Es lo que suena lógico. Sin embargo, por eso se hacía una evaluación previa y no se aceptaba la invitación solo porque sí.
Ojo, que lo anterior en realidad también servía de un aviso a quien hacía la invitación para indicarle que no se trataba de una simple contraprestación: me llevas de viaje y te publico. Era para indicarle que estaba llevando a alguien que iba a hacer una cobertura de manera seria, con ojo siempre crítico y que si había algo por criticar, seguramente lo haría.
No voy a negar que me tocaron viajes en los que se pudo sacar poco. Y no porque no hubo nada “noticiable”, sino porque factores externos (mal clima, por ejemplo) impidieron visitas o entrevistas con potencial, que ya no se podían reprogramar porque había que continuar con otras actividades. En esos casos sí hubo, como decimos por aquí, que “rascar la olla”.
Para no hacer esto más largo: ¿uno chambea en esta fuente por los viajes? No. Considero que no debe ser así.
Hoy, que te consideren para un viaje, debe ser tomado como una demostración de que el contenido o la información que generas es de valor y que quien te invita considera que lo que haces puede generar un impacto importante en un potencial público objetivo para ellos.
¿Qué te inviten a un viaje debe hacer que mires con ojos más amables lo que hace la marca anfitriona? No. Una invitación a un viaje no es un intercambio (a menos, por supuesto que haya un contrato de por medio y, en ese caso, no estás siendo invitado para cubrir sino para fines publicitarios).
A uno lo invitan a hacer su trabajo, el de siempre y como siempre. Y aunque te quieran hacer creer lo contrario, los periodistas son mucho más necesarios hoy de lo que nos quieren hacer creer.